lunes, 30 de junio de 2008

Vida de perro

“Todo animal perteneciente a una especie que viva tradicionalmente en el entorno del hombre, tiene derecho a vivir y crecer al ritmo y en las condiciones de vida y de libertad que sean propias de su especie”. Así expresa el artículo 5a) de la Declaración de los Derechos de los Animales.

¿Cuántas veces cumplimos literalmente esta ley? ¿Hemos prestado verdadera y profunda atención a cómo se desarrolla un día en la vida de nuestros perros, por ejemplo? ¿Les estamos dando realmente todo lo que ellos necesitan? ¿Viven integralmente felices? Muchas preguntas como éstas surgen de nuestro interior cuando leemos el artículo precedente de la declaración a favor de los animales.

Nuestra vida cotidiana suele transcurrir en medio de una serie de obligaciones, compromisos, horarios y también entretenimientos, reuniones y paseos. Mientras nosotros vamos y venimos de aquí para allá en medio de la vorágine de actividades que nos impone la vida y a veces también que nos hemos impuesto nosotros mismos, dos ojos brillantes y atentos siguen cada movimiento y cada detalle de lo que hacemos. Es nuestro perro, que no tiene nada en la vida más importante que hacer que seguirnos con la mirada, movernos la cola, invitarnos a jugar, pedirnos comida... y, en fin, depender absoluta y totalmente de nosotros. Somos prácticamente la razón, el impulso, el estímulo de su existencia, el objeto de su perruno amor.

¿Qué lugar ocupa él en medio de nuestras idas y venidas? ¿En qué espacio de nuestro pensamiento y de nuestro corazón lo hemos situado? ¿Cómo manifestamos en “hechos concretos” nuestro amor hacia él o hacia ella? “...vivir y crecer al ritmo y en las condiciones de vida y de libertad que sean propias de su especie”, significa también “amor en acción”, tiempo dedicado a expresar sentimientos, a interrelacionarse, a construir y disfrutar la mutua compañía. Sus condiciones de vida tienen que ver básicamente con el amor bajo todos sus aspectos.

Uno de esos aspectos, y fundamental para nuestro amigo, es la buena alimentación. ¿Qué le damos de comer? ¿El alimento que tenemos al alcance de la mano, porque es más cómodo para nosotros sin cerciorarnos “realmente” de cómo está elaborado? Es bueno que nos informemos bien sobre los alimentos para animales domésticos antes de seguir dándoselos. Es “un verdadero horror” lo que esos alimentos contienen. En una próxima publicación hablaremos de este tema tan álgido. Si dedicamos tiempo para cocinar nuestra comida nada nos cuesta dedicar un tiempito más para preparar “su comida”.

Para que viva en ritmo y libertad es fundamental respetar sus horarios y necesidades de salidas, de socialización, de tener siempre a su disposición agua limpia y fresca, de vigilar su salud mediante el alimento, la visita periódica al veterinario, el cepillado y las vacunas que requiere. También, y muy importante, es darle una vida familiar tranquila y armónica, eso repercute muchísimo en su salud. Una familia amorosa que vive en la armonía de la relación de todos y cada uno de sus miembros, da por resultado un perro sano, tranquilo y feliz. Muchas veces ellos se enferman porque el entorno está tenso, nervioso, hostil. Nuestro perro es una esponja que absorbe todo lo que sucede en el hogar. Cuando el perro tiene “problemas de conducta”, por lo general los que tienen que modificar la conducta son los demás integrantes de la familia. Casi siempre el perro es la víctima y no el victimario.

Y por último, quiero hacer hincapié en “la libertad” o sea autonomía, independencia. Él tiene derecho a disfrutar de la libertad de hacer sus travesuras caninas (por supuesto si esto no afecta su vida, su tranquilidad y la del resto de los miembros de la familia. Nuestro perro es un miembro más, que como el resto tiene deberes y derechos en el seno del hogar), libertad de correr, libertad de olfatear, libertad de ladrar, libertad de elegir los alimentos que más le gustan dentro del menú que nosotros hemos ya escogido como mejor para él, libertad de jugar cuando lo desea y de no jugar cuando no quiere hacerlo, libertad de dormir sin ser molestado, de permanecer en su cucha el tiempo que lo desee sin que nadie lo perturbe, libertad de morder y romper sus juguetes, libertad de estar a solas cuando no tiene deseos de socializar... y todas las libertades que se nos puedan ocurrir dentro de las propias de su especie.

Con éstas y otras reglas sencillas que cada uno de nosotros irá descubriendo en esta maravillosa convivencia humano-animal, lograremos, al menos en lo que a nuestro hogar respecta, no sólo cumplir con una ley sino dar a nuestro amado compañero lo que él se merece.