lunes, 9 de junio de 2008

El perro como integrante de la familia


Son muchos los roles que se le conocen al perro. Hoy en día, observamos perros lazarillos, perros guardianes, perros cazadores, rastreadores, pastores, etc. Pero entre todos esos roles, quizás el más importante sea el de integrar la familia humana.

Nuestro perro viene, genéticamente, de constituir una manada. Esa manada era una pequeña sociedad, donde cada integrante sabía cumplir a la perfección con el rol específico que le correspondía. Porque antes que el perro fuera perro, como lo conocemos actualmente, fue lobo, y vivía integrando una manada. Cada lobo tenía bien diferenciado su rol y cada uno sabía lo que debía hacer y hasta dónde le estaba permitido.

Cuando el perro llega a nuestro hogar, tiene impreso ese recuerdo en su ser, a través de toda su genealogía. Él desea y necesita saber cuál es su lugar, qué rol le corresponde, cuáles son sus derechos y cuáles sus responsabilidades. Somos nosotros, los humanos, quienes debemos enseñárselo, con muchísimo amor y con gran paciencia.

Los perros comparten nuestra vida familiar, y es inevitable que nosotros nos conectemos con ellos desde algunos de los vínculos básicos conocidos y practicados por todos los seres humanos, como ser, padres, madres o hermanos. Lo importante es reconocer que el nuevo miembro de la familia es un canis familiaris y no un homo sapiens, o sea, que pertenece a otra especie.

Y el perro debe conocer, desde su incorporación al hogar, quién es el jefe de la manada; lo será la persona de la familia que represente más autoridad para él. También tendrá que saber cuál es su espacio con su cucha, su agua y su comida. Y cuando tengamos dudas sobre alguno de estos aspectos, no dejemos de consultar al veterinario especializado en comportamiento.

En síntesis, el ideal que se debe buscar al incorporar un perro en el seno familiar es tener en cuenta que se trata de la introducción de un miembro que tiene obligaciones y derechos como los demás. Pero este nuevo integrante pertenece a otra especie, por lo tanto, por respeto a él y a nosotros mismos, debemos darle el lugar que él merece.

No debemos humanizarlo. Hemos de darle lo mejor para él como perro que es, no lo mejor para un humano, porque no es representativo de sus reales necesidades. Y tampoco debemos tenerlo en el hogar como un objeto decorativo o para que cumpla meramente una función de guardián sin darle el sostén afectivo que él necesita. Esto último también sería una falta de amor y respeto hacia él y hacia nosotros mismos.

Ejemplos de estas 2 posiciones pueden ser: 1) alguien de la familia le da de comer algo que es normal para las personas, pero extremadamente dañino para los perros, como ser el chocolate. Existen casos de perros que murieron por comer lo que para ellos es un verdadero veneno. 2) el perro tenido por guardián permanece todo el día afuera, en la puerta de la casa o en el jardín sin tener contacto con la familia ni con otros perros. La vida de este animal es monótona y triste. Recordemos que el perro es por naturaleza muy sociable y necesita estar en contacto con otros, ya sean perros o personas. En el caso de estar siempre solo, puede entrar en depresión por sentirse rechazado por la familia. La depresión también es capaz de llevarlos a la muerte.

Incorporar un perro a la familia es una gran responsabilidad. Se trata de un ser vivo, que siente dolores y tiene emociones igual que nosotros. Si no queremos afrontar esa responsabilidad, o pensamos que no vamos a tener tiempo o ganas, por el bien del perro y por nuestra propia dignidad humana, es sabio que no lo traigamos a casa. Una mala elección o una determinación hecha a la ligera, puede significar una gran tragedia en la vida de alguien inocente que no lo merece y en nuestra propia vida.

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