lunes, 24 de diciembre de 2007

Un Cuento del Primer Siglo (2ª Parte)

Y tomando la delantera, comenzó a agitar a todos los perros para que despertasen a los pastores. -¡¡Despierten, despierten que algo maravilloso está sucediendo!! ¡¡No entendemos qué es!! ¡¡Hombres, despierten!! -Y, de a poco, modorreando, se fueron despertando los pastores. Nadie salía de su asombro. El amo de Coraje había quedado tan absorto como los demás. –...Son ángeles...–musitó. –Angeles..., qué palabra tan linda, nunca la había oído.-pensó Coraje.

Y desde el cielo, a una voz, los ángeles entonaban alabanzas al Señor y anunciaban: “¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre los hombres que gozan de su favor!” -Los pastores estaban maravillados, los perros extasiados, jadeaban sin entender las palabras, pero recibían el espíritu de las mismas, al igual que las ovejas que seguían jugando y retozando en el pastizal.

De pronto, un ángel más grande que los demás, descendió del cielo y se paró frente a los pastores. El amo de Coraje cayó de rodillas frente a él. Mientras, todos los perros continuaban jadeando extasiados. El ángel les habló : -No tengan temor. Les traigo una Buena Noticia. Hoy ha nacido en Belén de Judea, el Mesías prometido, el Salvador que Dios envía a los hombres. Vayan a verlo. Como señal, encontrarán al niño envuelto en pañales y acostado en un establo.

-Al instante, el ángel mayor y todos los demás, los cuáles habían descendido junto con él, volvieron al cielo. Y poco a poco se fueron alejando mientras cantaban alabanzas a Dios. Por un momento todo en aquel lugar quedó quieto, como en suspenso. Nadie hablaba, ni ladraba, ni balaba... Silencio. De pronto, uno de los pastores tomó la delantera y todos los siguieron, con ovejas y perros. –¡Vamos a Belén! –exclamó. Y todos partieron raudamente.

Cuando iban de camino, Coraje reflexionaba: -¿Por qué será que los hombres necesitan un Salvador, de qué los tendrá que salvar? Según parece los animales no lo necesitamos... –Y mientras cavilaba y cavilaba ya habían llegado al santo lugar. Y allí estaban María, José y el niño acostado en un pesebre. Coraje sintió que el corazón le saltaba de alegría al ver al Salvador. Y su alegría se completó cuando observó que en aquél lugar había también un asno y un buey. –Debe ser que el niño ama a los animales.-pensó. Y, ni lerdo ni perezoso, se apuró a recostar su peludo cuerpo a los pies del pequeño.

Los pastores se arrodillaron para adorarlo. Mientras tanto, Coraje, que se sentía tan a gusto a los pies del Mesías, comenzó a olerlo, como suelen hacer los perros.
-¡Qué rico aroma exhala...! Parece el perfume de un jardín lleno de flores. Tengo ganas de besarle los pies.-pensó. Y mientras lo lengüeteaba suavemente, el niño se movía contento. Al ver que le gustaba, Coraje se sintió más feliz de lo que ya estaba. Y en ese instante entendió algo muy profundo. El, como perro, no podía razonar las cosas de los hombres, porque su mente no estaba preparada para ello, pero “captó” la Verdad de Dios: -Los hombres necesitan un Salvador porque ellos pecaron, en cambio los animales nunca hemos desobedecido a Dios.

Feliz con sus pensamientos, se acurrucó bien pegadito al pequeño, y se durmió... Pero esta vez no dejó ningún ojo atento por lo que pudiera suceder. Coraje “sabía” que al lado del niño nada malo le ocurriría. Y se olvidó de su amo, de los perros y las ovejas. Lo único que quería era estar con el Mesías. Y soñó..., soñó con un lugar maravilloso que Dios tenía preparado para los hombres si ellos se arrepentían de sus pecados. Y ese lugar estaba lleno de animales. Todos los que antes habían partido estaban allí, no faltaba ninguno. Y una voz le dijo: -Cuando mueren, los animales van todos al cielo.

Al despertar, oyó que su amo lo estaba llamando. Era hora de irse, había que seguir trabajando. Pero Coraje ya no era el mismo. Después del encuentro con el Mesías y de ese sueño que parecía tan real... él había comprendido muchas cosas, cosas que su mente de perro podía captar. Le lamió la carita al niño y se fue saltando de alegría.

La historia de Coraje es, quizás, la historia de otros perros. Quién sabe si tal vez estos maravillosos seres animales que comparten la vida con nosotros no han tenido o tienen experiencias similares. De lo que estoy segura es que el cielo está lleno de ellos y que viven pegados, muy pegaditos al Salvador de los hombres. Ellos lo reconocen y lo aman...

Por eso, para estas fiestas, cuando armemos el arbolito de Navidad y a su lado pongamos el pesebre, con pastores, reyes, ovejas, el asno y el buey, no nos olvidemos... de poner un perro. ...Eso sí, tengamos en cuenta de ponerlo a “sus pies”... para que se los pueda besar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuánto tenemos que aprender de los animales! El mío siempre me está enseñando algo nuevo.